Declaración de intenciones

26 abril 2022

Según un análisis causal, que yo abra este blog es una reacción directa a que el señor de la mina de esmeraldas esté en proceso de adquirir mi red social de preferencia. Sin embargo, este proyecto no existiría de no ser por un deseo que se viene fraguando desde hace meses y que podría resumirse como "Luis necesita tener un blog personal, o explotará".

Yo crecí con el viejo Internet, antes de las grandes redes sociales que ahora dominan el panorama y parecen ahogar todo lo demás. Mis primeros pasos en aquello de "estar online" los di en foros temáticos, blogs, salas de IRC y juegos multijugador. Armado con un nick resultón y un avatar hecho por ti mismo con una copia de Photoshop misteriosamente obtenida, podías adentrarte en un sinfín de comunidades de gente que compartía tus intereses, cada una de ellas con su peculiar apariencia, historia e incluso normas sociales. A través de listas de enlaces de páginas hermanadas o el simple boca a boca virtual, expandías tu círculo e ibas creando tu propio hueco en Internet. Recuerdo la sorpresa al encontrarme en los foros de Mi Animal Crossing a algún compañero del chat de Centro Pokémon, como quien se encuentra en la playa a un conocido del pueblo, y comprender por primera vez que éramos todos internautas moviéndonos por terreno poco explorado, creando algo nuevo.

En cambio, Twitter, Instagram y demás lugares donde pierdo el tiempo estos días parecen empeñados en homogeneizar todo lo posible la experiencia online. Atrás quedaron las recargadas firmas de perfil, los libros de visitas y los chats donde el texto se fundía con un dibujo en paint de los neopets del admin. Cuando Twitter eliminó los avatares animados y redujo al mínimo la personalización de los perfiles, nos arrebataron la posibilidad de expresión que era precisamente lo que hacía interesante a Internet. Con la excusa de la simplicidad, la web se ha convertido en un lugar estéril, donde una marca puede hablar con la misma voz que un ser humano y todos estamos en el mismo sitio, sin fricción alguna que pueda distraernos del scroll infinito que el algoritmo nos pone delante. Ya ni siquiera usamos un navegador la mayor parte del tiempo, sino apps que actúan más bien como un túnel a una parcela cerrada de Internet, tan inconexa como puede del resto del ecosistema.

Creo que en el fondo todos deseamos reclamar aquella expresión personal. Cuando alguien sube seis fotografías seguidas a Instagram para hacer un collage en su feed, está oponiéndose a la estructura de la aplicación, que favorece posts individuales regularmente espaciados en el tiempo. Cuando una persona utiliza caracteres no estándar para personalizar su nombre de Twitter (rompiendo lectores de texto y la falsa noción de que todo esto ha sido en pos de la accesibilidad), lo que realmente dice es "quiero poder usar BBCode en mis mensajes". Discord no es un chat incrustado con Flash en tu propia web y un podcast a merced del algoritmo de Spotify no puede sustituir en autenticidad a tu sitio personal, pero son lo más parecido que tenemos ahora y creo que su crecimiento en los últimos años también es un reflejo de este deseo de expresión.

No tengo intención de abandonar las redes sociales en el futuro previsible. Con un uso dirigido y consciente, son una herramienta excelente para descubrir a artistas y aprender sobre los temas que te interesan. Pero al usarlas como algo más que un agregador de noticias es muy fácil caer en bucles de discourse y relaciones parasociales con influencers y doomscrolling y un montón de términos más que me hacen mucha gracia y ocupan una porción preocupante de mi cerebro. Nos vendría bien un poquito de espacio personal para expresarnos largo y tendido, nuestro propio hueco en internet donde colgar ideas y gifs graciosos y conectar con links a las páginas de nuestros amigos. Eso es lo que quiero que sea este blog.

Las redes sociales son una suerte de cinta transportadora de sushi que te trae contenido constantemente para que lo consumas de manera adictiva. Un blog puede ser como un jardín: requiere tiempo y cuidado y tienes que saber cómo encontrarlo, pero a la larga te alimentará mucho más. Este es mi jardín. Veamos qué puede crecer aquí.

Shaymin